domingo, 28 de julio de 2013

Marca España (La Chapuza Nacional)

Un tren se dispara a 190 kilómetros por hora en una vía por la que como máximo puede circular a 80 y no existe un sistema de seguridad que lo detenga, pero el desastre, sin mediar investigación, ya tiene chivo expiatorio: el maquinista ¡Faltaría más!

Y yo me pregunto ¿Qué habría pasado si el maquinista hubiera sufrido un infarto? En primer lugar, una línea de alta velocidad no puede verse interrumpida bruscamente por una curva imposible que forma parte del trazado antiguo tradicional. En segundo lugar, la seguridad de un tren de alta velocidad no puede quedar bajo la exclusiva responsabilidad de una persona. Lo que hace a la alta velocidad tan fiable no son solamente sus vías, sus locomotoras y sus vagones, es, sobre todo, la tecnología punta en materia de seguridad que debe controlar en todo instante cada movimiento del tren y permitir forzar incluso el que un convoy se detenga si algo no va bien. Y esa tecnología no estaba presente en el tramo en el que ocurrió el accidente. No es que fallara, es que no existía. Y no existía porque ese tramo no es de alta velocidad.

Hablan del primer accidente de la alta velocidad española pero, dejémoslo claro, la línea Madrid-Ferrol no es ni alta velocidad ni es nada. Es solamente un remiendo de antiguos trazados tradicionales de ancho ibérico mezclados con modernos trazados de ancho europeo de alta velocidad, máquinas de su padre y vagones de su madre. Todo muy bien amalgamado para que salga más barato y pueda ser inaugurado justo a tiempo antes de las elecciones.

Ahora todos se lamentan y se echan a temblar pensando en las posibles consecuencias económicas y los suculentos proyectos internacionales cuya adjudicación podría verse comprometida como consecuencia de este accidente. Les ha faltado tiempo para dejar de llorar a los muertos y empezar a temer por su cartera y por la forma en que afectará a la tan manoseada marca España. Pero si hay algo que este accidente ha hecho es precisamente reforzar la idea que los ciudadanos tenemos de la dichosa marca, de nuestros políticos, nuestra administraciones y nuestras infraestructuras. Este fatal accidente no ha sido más que la constatación, la viva imagen y el doloroso resultado de lo que todos conocemos desde siempre como la “chapuza nacional”, la única y auténtica marca España de cuya existencia tenemos constancia plena porque la sufrimos cada día.

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