martes, 26 de enero de 2010

La Ley del doblaje al catalán

Es realmente doloroso para los que de verdad amamos el cine, no para los que van sólo a comer palomitas, que haya una ley que obligue a doblar las películas, sea al idioma que sea. El cine hay que verlo en versión original, como lo hacen los ciudadanos de la mayoría de paises, incluyendo aquellos que son las grandes potencias en este arte. A los franceses y a los británicos, verdaderos amantes de Almodovar, por ejemplo, no se les ocurriría, vamos, es que ni se les pasaría por la cabeza, escuchar a Blanca Portillo, a Carmen Maura o a Chus Lampreave hablar en francés o en inglés. Doblar es eliminar la voz del actor, y la voz es la parte más importante de una actuación. Es una mutilación brutal e imperdonable de la obra de arte original. Es cómo ir a ver al Museo Reina Sofía de Madrid, el Guernika de Picasso coloreado por un estudiante de primaria. Qué importa lo guapo que esté Brad Pitt o lo reales que parezcan las lágrimas de Meryl Streep si no sabemos cómo interpretan realmente, ni cómo hablan, ni cómo rien, ni cómo se enfadan, ni cómo regañan, ni cómo chillan, ni cómo suspiran. Odio el cine doblado. Ni al catalán, ni al castellano, ni al mallorquín, ni al gallego, ni al valenciano. Basta, por favor. ¡Subtítulos, ya!