domingo, 7 de abril de 2013

Los Desestabilizadores



El ejecutivo portugués ha culpado al Tribunal Constitucional de ese país de crear inestabilidad por considerar contraria a la carta magna la ley que suprime la paga extraordinaria de verano, que, por otra parte, aclarémoslo, de extraordinaria no tiene nada, porque no es otra cosa que la catorceava parte del salario anual. De modo que quitar dicha paga vendría a ser lo mismo que reducir por ley el salario de los trabajadores en un 7,14% ignorando y dejando sin ningún valor los contratos y los convenios colectivos firmados con anterioridad a la promulgación de dicha ley.

Pero lo que más me preocupa de las declaraciones hechas por el primer ministro portugués es que suponen otra vuelta de tuerca a la desvergüenza con que los gobernantes europeos están desmantelando los derechos sociales y la separación de poderes en que se ha cimentado nuestra sociedad durante las últimas décadas, con la excusa falaz de la crisis como telón de fondo. Hasta el punto de que ya no son ni los bancos, ni los políticos corruptos, ni los mercados, ni los especuladores, ni los defraudadores fiscales, ni las burbujas financieras o inmobiliarias, ni las instituciones malversadoras de fondos, ni el derroche de las administraciones, ni tan siquiera el poco sentido de la mesura y el desmadre consumista de los ciudadanos los culpables de nuestra inestabilidad ¡No! La culpa finalmente resulta ser de la justicia, y más concretamente de los jueces que, todavía, de momento, gracias a Dios, intentan abrirse paso para mantenerse independientes a trancas y barrancas.

Que ese tipo de jueces son un verdadero incordio ya lo comprobó Baltasar Garzón en carne propia. Y no tardará mucho en alzarse alguna voz aquí, en España, para recriminarle al juez Castro que si la monarquía se tambalea no es porque el rey cace elefantes en Botsuana mientras nuestro país se desangra económicamente y aguanta como buenamente puede el pesado lastre que supone tener casi seis millones de personas sin empleo. No es porque los reales yernos sean unos inconscientes que dejan a sus hijos de 12 años jugar con escopetas y pegarse un tiro en el pie, o corruptos que se enriquecen ilícitamente parapetados bajo fundaciones supuestamente sin ánimo de lucro. Y no es, desde luego, porque la infanta Cristina, hija del rey y séptima en la línea de sucesión, aparezca como copropietaria y beneficiaría de esos y otros chanchullos de su marido. No. La culpa finalmente, ya verán ustedes, será del juez irresponsable que tuvo la osadía de querer imputar a un miembro de la realeza por cooperación necesaria en malversación de fondos sin considerar siquiera que con ello podría “desestabilizar” el país.