Que noble y valiente
actividad, que manera tan graciosa y edificante de matar el tiempo, irse
a África a reventarle los sesos a un elefante. A Juan Carlos se le
deberían haber quitado las ganas de dispararle a la cabeza a nada ni a
nadie el día que, teniendo él 18 años,
le metió un tiro entre ceja y ceja a su hermano Alfonso de 14 años y lo
dejó allí tieso al instante. Por lo visto fue un accidente, o tal vez
no, a saber, porque visto lo visto parece que al tipo le va la marcha.
Puestos a ello podría dedicarse a cargarse a sus yernos. Nos iría mejor a
todos y sobre todo les iría mucho mejor a los elefantes.
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