miércoles, 27 de octubre de 2021

Pool Melocotonero

 

Entro en un mercado pintado de azul con estrellas amarillas para comprar diez kilos de melocotones. Pregunto el precio en los tres únicos puestos que hay. En el más barato están a un euro pero solo disponen de un kilo. Lo compro. En el otro puesto están a dos euros pero no les quedan más que ocho kilos. Me los llevo también y adquiero el último kilo en el puesto más caro a cinco euros. Hago cuentas. He gastado un total de veintidós euros, es decir, de media cada kilo de melocotones me ha salido a dos euros con veinte céntimos.  

Cuando voy a salir en la puerta me dan el alto los fruteros y una señora llamada Usurera Von Der Market. Ella me explica que en ese mercado el precio de "todos" los melocotones lo determina aquel que vende más caro, por lo que tengo que pagar a cinco euros cada kilo de melocotones que he comprado y que no podré salir de allí hasta haber abonado los veintiocho euros que aún les debo a esos señores (cuatro al primer frutero y veinticuatro al segundo).

Yo dudo, protesto y hago amago de resistirme. La señora Von Der Market me sujeta mientras los fruteros me sacan la cartera del bolsillo y se apropian el dinero que dicen les adeudo. Después se alejan de allí sospechosamente sonrientes mientras exclaman: “Benditos beneficios caídos del cielo”.

De pronto el móvil empieza a sonar. Tengo intención de contestar pero en ese momento me despierto. Estoy en la cama y el teléfono efectivamente está sonando, pero no se trata de una llamada sino de la alarma que había fijado para las cuatro de la madrugada. Es la hora de poner la lavadora.

jueves, 8 de abril de 2021

Vivir y morir a la madrileña (Por la regla de tres)

 

Con una escalofriante cifra de 341.000 fallecidos por COVID-19 a día de hoy, Brasil, el sexto país más poblado del mundo, llena titulares y es por lo general utilizado en las noticias como ejemplo de una desastrosa e ineficiente gestión frente a la pandemia. Pero las matemáticas no son ni tan caprichosas ni tan maleables como lo son la política y los medios de comunicación, y aquella simple regla de tres que nos enseñaron en la escuela sigue sirviendo, hoy como entonces, para mucho más que sacar buena nota en el examen.

Brasil tiene una población de 212.740.000 habitantes, por lo que la tasa de mortalidad por COVID-19 en aquel país es de 160 personas por cada cien mil habitantes. Eso significa que el gigante sudamericano tiene, exactamente, la misma tasa de mortalidad que España donde, hasta la fecha, ha habido 76.037 fallecidos con una población de 47.351.567 habitantes.

Apliquemos ahora la misma regla de tres a la comunidad que, durante toda la pandemia, ha presidido Isabel Díaz Ayuso: Madrid tiene 6.779.888 habitantes y el número actual de fallecidos por COVID-19 asciende a 14.662. La tasa de mortalidad de la comunidad madrileña es por tanto de 216 personas por cada cien mil habitantes.

Lo voy a repetir para que quede bien claro: Por cada cien mil habitantes en Brasil han muerto 160 personas a causa de la COVID-19 desde el inicio de la pandemia mientras que en Madrid han fallecido 216. Un 35% más.

Se trata de una operación matemática sencilla como un juego de niños pero su resultado es tremendo, bochornoso y demoledor porque deja a la intemperie una realidad tan mensurable como terriblemente cruel: Que esa forma “única” de vivir a la madrileña que la presidenta de Madrid decía querer defender el día que decidió disolver la asamblea y convocar elecciones anticipadas, conlleva en realidad una forma “única” (y dramática) de morir a la madrileña.

Sí, porque en la comunidad de Madrid, desgraciadamente, y en lo que a la COVID-19 se refiere, se muere, efectivamente, de una forma “única”. Es decir, se muere mucho más que en Brasil, mucho más que en la mayoría de las restantes comunidades autónomas y mucho más que en otros países de la Unión Europea y de nuestro entorno.

No lo digo yo. Lo dice la regla de tres.