miércoles, 4 de noviembre de 2015

Una de aceite, jamones y chorizos

Sólo días han pasado desde que la OMS nos amargara el puente de todos los santos haciéndonos saber que comer carne procesada era malísimo y nos podía causar cáncer. Y ahora resulta que la OCDE nos informa de que España es el segundo país más longevo del mundo, es decir, que somos un portento en eso de aferrarnos con uñas y dientes a esta vida y alargar nuestra estancia aquí hasta donde otros ni sueñan, y eso incluso a pesar de tener como presidente del gobierno a Rajoy.

Por lo visto encabezamos todas las listas de hábitos peligrosos habidos y por haber, dormimos poco y mal, fumamos como carreteros, soplamos vino y cerveza como esponjas y nos hinchamos de morcilla, salchichón, sobrasada y jamón; pero resulta que vivimos más que nadie ¿Cómo se explica? A uno le da por pensar que de suprimir tan perniciosos hábitos llegaríamos a vivir 200 años, o a ser directamente inmortales. Pero obviamente no es así.

Yo creo que aquellos que con precisión cirujana se esfuerzan una y otra vez en recordarnos la  cantidad de años que nuestras malas costumbres van a restar a nuestra vida, olvidan siempre considerar para sus cálculos los años que ganamos disfrutándola. Ser felices también influye en el cómputo total. Y los españoles, contra viento y marea, nos hemos hecho expertos en ello.

En cuanto a la credibilidad de la OMS, los que tengan más o menos mi edad recordarán –y a los más jóvenes les interesará saber- que la misma sabia organización que ahora nos alerta sobre las perniciosas consecuencias de consumir carnes procesadas, curadas o saladas afirmó tajantemente en los años setenta del siglo pasado que el aceite de oliva era fatal para nuestra salud. Según ellos aumentaba el colesterol a niveles estratosféricos y en consecuencia el riesgo de padecer un infarto. Nuestros médicos de cabecera, alarmados, nos aconsejaron suprimirlo y sustituirlo por aceites considerados maravillosos en aquellos tiempos, a saber, girasol, soja y colza ¡Sí! ¡Colza! ¿Les suena?

300.000 hectáreas de olivos se arrancaron en Andalucía para plantar bonitos girasoles que hubieran hecho las delicias de Van Gogh. No tengo nada contra las fotogénicas plantas que producen esas pipas deliciosas cuyo consumo con o sin sal, sentados en un banco del parque de nuestro pueblo hasta dejar el suelo convertido en pocilga, forma parte también de nuestra idiosincrasia nacional. Pero es que allí, donde hoy se giran conforme el sol avanza esas herbáceas oleaginosas, había decenas de miles de olivos centenarios que producían eso que ahora, la misma OMS, miren ustedes, llama el aceite de la vida, el oro líquido, la joya de todas las dádivas que la madre naturaleza nos regala. Ese aceite verde elevado casi a la categoría de medicamento y que en algunas tiendas de la ciudad en la que vivo se vende en botellas de 200 ml a precio de Chanel.

De modo que, casi medio siglo después, vuelve al ataque la OMS y pretende que yo, que por hacerles caso me pasé años aliñando la ensalada con aceite de maíz porque temía morirme antes de los treinta si seguía consumiendo el de oliva, les haga caso de nuevo y me crea ahora que la caña de lomo y el jamón ibérico son alimentos diabólicos que tengo que evitar. 

Como dice una amiga mía, nuestro verdadero problema nacional de salud no es la carne procesada sino la cantidad enorme de chorizos que andan por ahí sueltos sin procesar. Seguro que sin ellos no seríamos el segundo sino el más longevo país del mundo. Por cierto, el primero es Japón, pero por suerte el sushi también me gusta. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

Las elecciones plebiscitarias existen

El 12 de abril de 1931 hubo en España elecciones municipales para elegir un total de 81.099 concejales para 8.943 municipios. Pero lo que estaba en juego realmente era la continuidad de la monarquía. El apoyo popular al rey Alfonso XIII estaba bajo mínimos y varios partidos y coaliciones partidarias de instaurar una república se presentaron a los comicios, los cuales fueron considerados por todas las partes concurrentes como un plebiscito sobre la monarquía.

Contrariamente a lo que muchos piensan, los republicanos ni siquiera ganaron las elecciones. Los monárquicos les superaron en número total de votos. Pero los partidarios de la república se hicieron con la alcaldía de 41 capitales de provincia (todas excepto Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo, Orense, Palma de Mallorca, Pamplona, Soria y Vitoria). En Madrid los concejales republicanos triplicaban a los monárquicos y en Barcelona los cuadruplicaban.

No, no había habido en España ningún referéndum para que los ciudadanos eligieran entre monarquía o república, pero los anti-monárquicos consideraron el resultado de las elecciones como un plebiscito a favor de la instauración inmediata de la república. Y el primero en darse por enterado fue el propio rey. Con las 41 ciudades más importantes de España en su contra, Alfonso XIII tardó menos de 48 horas en abandonar España y la noche del 14 de abril partió para París dejando un manifiesto que publicaría dos días más tarde el diario ABC:
“Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo (…) Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia (…) y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos”
Cualquiera que sea el resultado de las elecciones autonómicas del 27 de septiembre en Cataluña, diga el gobierno lo que diga y les guste a los demás o no les guste, esos comicios son un plebiscito en toda regla. La historia de España, nuestra propia historia, nos enseña y demuestra que las elecciones plebiscitarias si existen, y que no es el referéndum la única vía que tienen los pueblos para expresar su opinión y su voluntad. Y si no que se lo hubieran preguntado a Alfonso XIII.

domingo, 14 de junio de 2015

Humor Negro (En Diferido)

"El humor negro es un tipo de humor que se ejerce a propósito de cosas que suscitarían, contempladas desde otra perspectiva, piedad, terror, lástima o emociones parecidas."
(Diccionario de la RAE)

"El asunto más recurrente en el humor negro es la muerte y todo lo que está relacionado con ella (...) aunque toca los temas más oscuros y dolorosos para el ser humano y que, por norma general, suelen resultar controvertidos y polémicos para la sociedad porque están relacionados con la moral." 
(Wikipedia)

"El sentido del humor está estrechamente relacionado con la inteligencia y con la capacidad para resolver problemas" "El humor surge de un conflicto interno en el cerebro, y forma parte de nuestro proceso de comprensión de este mundo complejo."
(Scott Weems)

Solo cuarenta y ocho horas después de la muerte de Diana Spencer, estaba yo en Londres con una amiga inglesa, y mientras toda la nación lloraba afligida y desconsolada va ella y me suelta “¿Sabes cómo sonaba la sirena de la ambulancia que transportó a Diana al hospital? “No” le conteste, “Dodi, Dodi, Dodi” dijo ella.

No soy racista, ni antisemita, ni xenófobo, ni machista, pero me encanta el humor negro. Lo considero una catarsis necesaria. 

Guillermo Zapata publicó hace cuatro años en su cuenta de Twiter un chiste de humor negro relacionado con el holocausto judio y ahora, al día siguiente de su nombramiento como nuevo concejal de cultura del ayuntamiento de Madrid, en el partido popular, ejemplo y paradigma de honestidad y educación, han escarbado en la basura para pedir enfurecidos que el edil cese en su aún no estrenado cargo como consecuencia de aquel "tweet"

Lo alucinante es que quienes quieren que un concejal dimita por un chiste sean los mismos que están metidos en el fango y hundidos en la corrupción hasta las orejas. Ellos no dimiten por robar, por supuesto que no, pero quieren que otro lo haga por un chiste de mal gusto (o no, que para todo hay opiniones) publicado 1.594 días antes de que llegara a concejal.

Pero, claro, no debe sorprendernos su severidad. Ellos son tan correctos. Como la señora Aguirre, sin ir más lejos, que fue grabada llamando "Hijo Puta" a Alberto Ruiz Gallardón, y que se dio a la fuga desobedeciendo a la policía cuando estaba siendo multada por estar mal aparcada en el centro de "su" Madrid. O como la diputada Andrea Fabra, elegantísima y delicada ella, cuando soltó ante todos los diputados aquel infame "Que se jodan" dedicado a los parados que se quedaban sin subsidios. O como la vicepresidenta primera del congreso, Celia Villalobos, que se dedica a jugar al Candy Crush en el hemiciclo. O la señora Cospedal, que nos explicó detalladamente a todos los españoles como se simula un despido en diferido para que todo sea como debe ser, pagos a Hacienda incluidos. O el señor Arias Cañete, que perdió el debate televisado con Elena Valenciano porque, según él,  "Si debates con una mujer y demuestras tu superioridad intelectual eres machista"

¡Vamos! ¡Rápido! ¡Qué dimitan todos! ¡Todos! Por mentirosos, por maleducados, por bocazas, por vagos, por tomarnos el pelo, por robarnos, por estafarnos. Pero claro, yo lo entiendo, nada, nada absolutamente nada, es comparable a un mal chiste de humor negro. Eso es totalmente imperdonable.

Por cierto ¿Sabéis de qué murió Hitler? Murió de un infarto cuando vio la factura del gas.