sábado, 8 de diciembre de 2012

Para Morirse De Risa



Siempre he abominado de ese tipo de periodismo, y ese tipo de periodistas, para los que todo vale y cuyo trabajo consiste en hacer reír a la audiencia pasando por encima del respeto a los derechos y la dignidad de las personas. La enfermera del hospital donde estaba ingresada la mujer del príncipe Guillermo de Inglaterra no era un personaje público. Era una ciudadana común haciendo su trabajo y poco importa ahora si fue reprendida o no por sus jefes por lo ocurrido, como insinúan algunos, o si fue incluso amenazada de despido. Eso no es más que querer desviar la atención sobre la verdadera responsabilidad del suceso. No sabemos nada sobre esta mujer como tampoco lo sabían los graciosos periodistas cuando planearon su malhadada broma. Puede que sufriera de baja autoestima o que padeciera depresión, puede que la hubiera dejado su pareja o que tuviera problemas familiares. Puede que sufriera un ataque de ansiedad después de lo ocurrido o que se sintiera culpable. Puede que por cualquier otro motivo su puesto de trabajo ya peligrara antes de ese fatídico día y se sintiera más vulnerable después de ello ¡Da absolutamente igual! Nada de eso supondría en absoluto un paliativo ni serviría de excusa. Lo cierto es que se burlaron públicamente de ella. Se mofaron e hicieron escarnio a escala planetaria de esa mujer, la enfermera que fue tan tonta que no supo distinguir el elegante y británico acento de la realeza del de una humorista “aussie” que, para colmo, ni siquiera hizo un gran esfuerzo por imitar a su personaje. La pusieron en ridículo delante de la audiencia de toda Australia primero y en seguida de la de todo el mundo, una vez que la broma se propago por Internet ¿Con qué derecho la obligaron a ser parte de un programa de radio sin su consentimiento? ¿Con qué  derecho convierten en un momento a una ciudadana corriente, una trabajadora, en personaje mundial? ¿Con qué derecho sacan a alguien de su anonimato y hacen que su voz, la historia de su vida y hasta su rostro salgan en las radios, redes sociales y medios digitales de todo el globo para que todos se rían de ella? Espero sinceramente que a estos periodistas los juzguen por causar lesiones psicológicas graves e irreparables a una persona, hasta el punto de haberla llevado posiblemente al suicidio. Sería sumamente gracioso que el juez los condenase a muerte por ello y que solo un segundo antes de la ejecución les dijeran,  con sonoras carcajadas y retransmitido en directo a los cinco continentes: “Tranquilos chicos, que solo era una broma”. Seguro que todos nos íbamos a reír mucho con ello. El periodismo basura es precisamente eso, basura, y parece que esta vez su inmundicia ha salpicado a la cara de una víctima inocente que no ha podido soportar el hedor. Y es que no todas las personas tenemos por qué ser igual de fuertes, ni todos estamos preparados para que una buena mañana, sin olerlo ni beberlo, mientras haces tu trabajo, siete mil millones de personas se rían de ti.

5 comentarios:

  1. Hola, soy Cristina, la que comentó en el artículo de El País sobre el suicidio de la enfermera que sufrió la broma de la radio australiana. Prefiero este espacio, más íntimo, directo y sin límite de caracteres. Por cierto, compartimos ciudad. Circunstancias de la vida me han llevado a mudarme a Granada, donde llevo ya cuatro maravillosos años. Dicho esto, vamos al grano.

    Jamás infravaloraré las consecuencias que el acoso o bullying, se produzca en el ámbito académico o laboral, puede tener sobre la vida de una persona. Yo misma sufrí, a una escala infinitamente menor, demasiada "atención" por parte de mis compañeros de clase y en algún momento tuve pensamientos suicidas.

    Fue una broma que se llevó al extremo. Intenté explicárselo a mi familia y no lo entendieron. Probablemente tú tampoco, porque ciertamente es una excusa pobre, pero he estado en contacto con españoles que llevan tiempo residiendo en Australia. Para ellos, la monarquía es algo exótico y glamuroso y les encanta. No saben cómo tomárselo. La boda de Kate y William, de hecho, fue todo un acontecimiento para los australianos y adoran a Mary Donaldson, la plebeya australiana que ahora forma parte también de la exclusiva realeza europea. Con esto quiero decir que no entienden, por ejemplo, el gran respeto que los británicos tienen hacia su monarca. Vamos, de hecho yo creo que no se entiende ni en España, porque lo que se siente por la reina en su país es veneración. Impresionante, bajo mi punto de vista. Lo que quiero decir con esto es que, de buenas a primeras, no sabían dónde se estaban metiendo. Ahí pecaron de ignorancia.

    En segundo lugar, tú mismo ya has aportado gran parte de mi argumentación: no sabemos nada de ella. Quizá su marido la maltrataba psicológicamente, tal vez llevaba deprimida mucho tiempo. Pero no coincidimos en una cosa. Tú, y mucha gente, da por sentado que el detonante principal, que la causa final de su muerte ha sido esta broma. Es posible, es una opción y es muy fácil elegir esa opción porque está ahí y es muy tentadora. No implica seguir buscando. La realidad es que quizá esta mujer se habría matado de todos modos. Con una diferencia: no sería la enfermera de la broma de Kate. Sería una ciudadana británica más, con sus problemas y sus sinsabores diarios. Todo el mundo daría por sentado que estaba deprimida, lamentarían su muerte y no buscarían culpables. Porque no los habría. No concretos, al menos. La depresión es una enfermedad compleja, no se puede hablar de culpables. Hay personas o circunstancias que favorecen la aparición de esa enfermedad o que la agravan, pero no hablaríamos de ellas como causas de la muerte en caso de producirse un suicidio por parte de la persona deprimida.

    Otro punto que me gustaría destacar es la notable hipocresía de toda la gente que ha opinado sobre este caso. "Las bromas telefónicas son malas" "Qué poca ética tienen los periodistas que hacen esas bromas" "Este periodismo basura es intolerable", etc... Estoy más que de acuerdo. Ahora, por favor, dirigíos todos los justicieros de a pie a la página de Los 40 Principales y pedís la suspensión de "Anda ya" por daños psicológicos a las víctimas de sus bromas. Está bien, ninguna ha tenido un éxito tan sonado como este caso y, afortunadamente, nadie se ha quitado la vida. Pero en esencia son lo mismo. Y nadie lo va a hacer. Nadie lo va a hacer, porque no ha habido notición. No ha habido una muerte, así que no interesa.

    Los suicidios de los chavales que han tenido lugar últimamente (y me preocupan más, perdóname, porque sé que ahí seguro que no van a pillar a los culpables, y sí que los hay) se han producido después de años y años de abusos. Pregúntales cuántos años llevaban soportando humillación tras humillación. No eran siete mil millones de personas, pero las "pocas" que las presenciaran constituían su mundo. Y todavía hoy hay muchísimos chavales que no tienen a nadie que los apoye.

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  2. (sigo por falta de espacio)

    Ni ellos, ni los miles de personas con depresión y con peligro de cometer suicidio que hay en el mundo, que por falta de medios no puede recibir atención psicológica. Y cuando la reciben, es de risa (lo siento, ir cinco años a la universidad no te convierte en psicólogo. Hay carreras que sí funcionan así, pero para sanar mentes hace falta algo más).

    Por eso y porque conozco a muchos casos de cerca, me inclino más a considerar que esta mujer estaba muy mal antes de la broma. Que lo habría hecho tarde o temprano, y que esas bromas deben terminar (por supuesto que sí). Pero que los locutores de radio, aparte de que (pese a quien pese) no han incumplido ninguna ley, no tenían intención de hacer daño a esa mujer. Van a tener que vivir sabiendo que quizá ellos fueron el detonante que la llevó a quitarse la vida, y se lo van a recordar cada vez que intenten trabajar de nuevo. ¿Que se les ha ido de las manos? Vale. Pero no son malas personas. Ha sido un error. Seguiría siendo un error si esta pobre mujer no se hubiera suicidado, solo que nadie se habría dado cuenta. La cárcel solo apagará la sed de venganza/justicia de algunos, pero no ayudará a la reinserción o a la mejora como personas de estos locutores, y definitivamente no le devolverá la vida a la enfermera. Ojalá fuera así de sencillo.

    No la culpo. Jamás haría eso. Pero tampoco voy a atribuirles más culpa a los locutores de la que se merecen. Dices que no todos tenemos por qué ser tan fuertes, y tienes razón. Yo soy de las que considera que, por muy desesperada que sea una situación, siempre se puede evitar un suicidio si existe el apoyo necesario. Esta mujer, desgraciadamente, no lo tuvo.

    Poco más tengo que añadir. Ha sido un placer leer tu blog, tienes un estilo de redacción impecable y quizá vuelva a pasar por aquí. Respeto totalmente tu opinión aunque no la comparta del todo. He intentado explicar y exponer la vida, si bien no espero que la compartas. Un saludo, nos seguimos leyendo,

    Cristina

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    1. Cristina, gracias por compartir tu opinión y por haberte tomado tu tiempo. Veo que hay puntos en los que estamos de acuerdo y otros en los que aparentemente discrepamos, aunque me parecen más discrepancias sutiles sobre ciertos matices que sobre el fondo del asunto.

      Comparto totalmente tu opinión sobre la hipocresía de mucha gente que ahora critica este tipo de periodismo. No es mi caso y por lo tanto no me doy por aludido. Yo he detestado y lamentado y criticado siempre este tipo de bromas. Siempre me han parecido inmorales y me he cuestionado seriamente muchas veces sobre su legalidad.

      Me gustaría, sin embargo, profundizar un poco más en lo que yo considero el verdadero fondo del asunto y que fue al mismo tiempo la verdadera razón de publicar mi entrada en el blog, aunque me da la impresión de que todo el mundo pasa sobre esa parte del debate de puntillas. Quizás sea culpa mía por no haberlo sabido transmitir mejor.

      Existe un código deontológico que obliga a los periodistas a identificarse como tales antes de entrevistar o solicitar información. Los periodistas australianos se lo saltaron. Por otra parte, suplantar la identidad de otra persona es ilegal, sobre todo si se suplanta con fines fraudulentos. Estos periodistas suplantaron nada menos que la identidad de la jefa del estado para conseguir así información confidencial sobre un paciente, informes clínicos cuya privacidad está amparada por la ley de protección de datos. Todos sabemos que un hospital no puede jamás desvelarlos a terceros y menos aún a la prensa. Ellos, para conseguir fraudulentamente los datos clínicos de Kate Middleton engañaron a dos enfermeras haciéndose pasar por quienes no eran. Para mí, la legalidad de todo ello es ciertamente dudosa, pero no soy jurista, por lo tanto es solamente una percepción personal.

      Lo que si soy es un ser humano y de si algo no tengo duda es de la inmoralidad de lo que hicieron. Con o sin suicidio por medio, lo cierto es que pusieron en el aire a dos enfermeras y luego, para mayor escarnio, se burlaron de ellas por no haber reconocido el acento australiano de los presentadores. Estas enfermeras no eran personajes públicos. Los presentadores no se burlaron en ningún momento de ningún miembro de la realeza, en realidad se burlaron de dos ciudadanas anónimas que por culpa de ellos dejaron de ser anónimas para convertirse en el hazmerreir de todo el mundo sin que nadie les preguntase primero si daban su aprobación para ello.

      No me malinterpretes, no es que piense que burlarse de un personaje público sea menos grave. Pienso sin embargo que alguien que ha asumido su condición de personaje publico está más preparado para asumir y soportar el asedio y la presión de los medios de comunicación. Pero eso es sin duda otro debate.

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    2. Es totalmente cierto, tienes toda la razón, que si la enfermera no se hubiera suicidado todo habría quedado en nada. Pero eso no cambia en absoluto el fondo del debate, que para mí sería lo inadecuado e inmoral de la desafortunada broma.

      Mira Cristina, si en el Madrid Arena no hubieran muerto cinco chicas seguramente tampoco nadie se habría enterado de que allí dentro había diez mil personas más de las permitidas, cuando la verdad es que cada noche de viernes y sábado las discotecas de España se llenan más allá de sus límites legales de seguridad. Igual que los autobuses urbanos llevan más personas de pie de las que legalmente pueden llevar. Y así podría seguir poniéndote ejemplos hasta el infinito. Pero como nunca pasa nada todos miramos para otro lado. Hasta que un día, claro, sí que pasa. Hasta que un día las consecuencias de ese mirar para otro lado son que muere alguien. Y entonces todos nos rasgamos las vestiduras y nos preguntamos como es que nadie hizo nada a tiempo. Como es que no se tomaron medidas antes.

      Sé perfectamente que lo último que a los periodistas se les podía haber pasado por la cabeza es que la broma fuese a terminar en tragedia. Del mismo modo que lo último que los organizadores de la fiesta de Halloween hubieran pensado es que iban a terminar con cinco cadáveres sobre sus espaldas. Sin embargo eso no les exime en absoluto de responsabilidad. Ni a unos, ni a otros. Te pondré un ejemplo muy claro: Si una noche en medio de una discusión le das un guantazo a una chica y esta tiene la desgracia de caerse, golpearse la cabeza y morir, tú serás acusada de homicidio involuntario. Por supuesto no habrías querido matarla, pero lo habrías hecho. Y serías juzgada y condenada por ello. Uno es siempre responsable de sus actos. Una bofetada puede causar la muerte a alguien. Parece una estupidez, es verdad, las posibilidades son remotas, es verdad, pero existen, y el juez al final te dirá que antes de haber soltado la mano alegremente deberías habértelo pensado.

      Por lo demás, la verdad es que si de mí dependiera yo no condenaría a estos periodistas. Mi irónico comentario sobre una pena de muerte simulada para ellos no era más que eso, ironía. En realidad pienso que llevan sobre sus conciencias una carga que arrastrarán el resto de sus vidas y no creo que pueda haber mayor castigo que eso. Pero lo que sí me gustaría es que la tragedia de esta enfermera sirviera para revisar las leyes y dejar claros de una vez por todas donde están los límites del periodismo. Lo mismo que la muerte de las cinco chicas en la macro fiesta de Madrid está sirviendo para destapar la mierda e irregularidades que hay detrás de estos eventos y lo mismo que el suicidio de tres desahuciados ha servido para movilizar a la sociedad contra los abusos de los bancos.

      No todo vale. No todo puede valer. Y es una pena que tenga que morir gente para que nos pongamos a pensar en ello.

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