viernes, 9 de abril de 2010

Juicio a Garzón (Atado y bien atado)

A lo mejor no quedó todo tan bien atado como el genocida pensó que lo dejaba. Puede que el intento de enjuiciamiento del señor Garzón haya hecho despertarse, por fin, a la mitad de un país que había sido obligada a callar y a tragar, por una ley que más que de amnistía debería haberse llamado de amnesia. Nuestros muertos están en la cuneta. Y solamente los nuestros. Basta ya de repetir como loros que hubo víctimas en los dos bandos. Estoy harto de ese mantra fascista que es solamente la media verdad que oculta la otra media. Muertos en ambos bandos, claro que los hubo. Pero los de ellos ya fueron enterrados con grandes honores. Ellos ya tuvieron su reparación histórica. Fue pagada por el generalísimo, el gran dictador, con el dinero de todos. Pero muy especialmente con el dinero de los perdedores, y con su trabajo, y con sus vidas. El infame Valle de los Caídos fue levantado, piedra a piedra, con el sudor y la sangre de los rojos, para regocijo de los azules. Los azules de antes y los de ahora. Que no son distinta cosa. El logotipo del PP puede parecer una gaviota, pero sigue siendo un aguilucho. Disfrazado, eso sí. Lobos con piel de oveja. Perros iguales con distintos collares. Sí, ellos tuvieron ya hace mucho tiempo su reparación histórica. Nosotros todavía no hemos tenido ninguna. Y la exigimos. Así pasen 100 años, la exigiremos. Es una deuda de estado. Es una deuda de todos con una mitad de España que nunca, jamás, ha sido saldada. Los muertos nunca olvidan. Sus familias se encargan de recordar por ellos, especialmente cuando todavía yacen como perros en las fosas comunes de los campos de media España que nuestros jueces fascistas se niegan a autorizar a abrir. En la segunda década del siglo XXI La Falange Española ha sentado en el banquillo al único juez que se ha atrevido a llamar a aquello por su nombre: genocidio. Algo huele a podrido en España y no es precisamente el hedor que desde su tumba exhala el cadáver de quien no tuvo reparo en mandar fusilar a todo el que pensó distinto a él. Es el hedor de los que, treinta y cinco años después de su muerte, siguen pensando como él, y defendiendo su legado. No es a Garzón a quien se disponen a callar, es a la mitad de España. A esa mitad de España que a lo mejor ya no tiene ganas de seguir callada por más tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario