jueves, 7 de junio de 2012

Blogueros de calidad animan la salida de El Huffington Post


Debería estar haciendo algo más gratificante para el espíritu y menos dañino para el alma que leer El País digital a la una de la madrugada en vísperas del Corpus, mientras mis convecinos están de feria. “Blogueros de calidad animan la salida de El Huffington Post” reza el titular. Y yo, engañado vilmente por ese adjetivo calificativo, inmerecido y mentiroso, me dispongo a leer la lista de las plumas insignes que se supone llenarán de prestigio tal acontecimiento. Y me entran ganas de llorar. Aunque mi emotividad a lo mejor es culpa del Gin-tonic, no lo niego, es el tercero y por eso seré benévolo y aceptaré dejar ese margen a la duda, muy generoso y poco convincente en cualquier caso, ya que sobrio pensaría igual, de eso estoy seguro, aunque tal vez no lo expresaría del mismo modo. Porque, cuando dicen blogueros de calidad, deduzco quieren decir blogueros famosos ¿verdad? O famosillos, vamos, los mismos de siempre. Y se quedan tan tranquilos y no les remuerde ni lo más mínimo la conciencia suponiendo que la tengan. A mí, en el mejor de los casos, pensar en la calidad de los blogs de Rubalcaba o Gallardón, por poner solamente dos patéticos ejemplos de entre esa pomposa lista de supuestos cualificados blogueros que han facilitado, me produce un incontrolable deseo de revolcarme a carcajadas por el suelo. Me van a perdonar ustedes, sean del color político que sean, pero hay en nuestra sociedad, por fortuna, escritores infinitamente mejores, y pensadores, y oradores con mayúsculas ante los cuales estos y otros señores y señoras de su lista, si tuvieran decencia, no se atreverían ni a abrir la boca. Estoy simplemente harto de escuchar a los mismos cretinos de siempre, decir las mismas mentiras y estupideces de siempre. Están mejor en Twiter, miren ustedes, que les voy a decir, con su bienaventurada limitación de 140 caracteres, y muchos caracteres me parecen ya para alguien que dice defender el derecho de las mujeres a ser madres negándoles el derecho al aborto. No necesitamos tribunas nuevas para lo mismos políticos de siempre, que ya van sobrados de ellas. Lo que necesitamos es el “ya no aguanto más” de una audiencia enfebrecida dispuesta a quitarse el zapato y tíraselo a la cara a tanto orador de medio pelo y políticos sin agallas y sin miras. Figuradamente, claro está, no me vayan a malinterpretar, que la idea es solamente una licencia poética y en un zapato en cualquier caso caben muchas palabras y más, muchísimos más, de 140 caracteres.

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