Cuando se habla del problema palestino a los israelíes les molesta en sobremanera ser comparados en su pensamiento y actitud con los antiguos nazis. Sin embargo, y por lo que sabemos, los nazis también pusieron en un lugar aparte a los judíos. Los nazis tampoco dejaban que nadie pasara comida o ayudas al otro lado del muro que separaba a los judíos del resto y los mantenía dentro de un gueto, y el que lo intentaba lo hacía arriesgando su propia vida y la de los suyos. Los nazis también llamaban terroristas a los grupos judíos que intentaban defenderse, organizarse y atacarles. Los nazis también mataban a punta de pistola a los judíos que les tiraban ladrillos y también tomaban desmesuradas represalias matando a familias completas, derribando edificios o destruyendo calles enteras. Los nazis respondían con cañones y ametralladoras a cualquier piedra lanzada con un tirachinas. Los nazis también echaban de las casas a los judíos cuando convenía a sus intereses, y si alguno se rebelaba o protestaba no dudaban ni un segundo en pasarle por encima.
Hasta aquí las dos historias tienen demasiados y más que alarmantes puntos en común. Después, y por lo que nos cuentan los libros, parece que a los nazis todo ese esfuerzo les resultó tan costoso como infructuoso, y decidieron buscar una forma más resolutiva de quitarse de encima el molesto problema de los judíos para siempre. Lo llamaron “La Solución Final” y consistía, no creo que haga falta recordarlo, en exterminarlos a todos. Lo único que todavía no está en los libros de historia, porque todavía no ha ocurrido, es como fue llamada y en qué consistió la solución final del estado de Israel. Es una página todavía en blanco que el tiempo se encargará de escribir y que nuestros hijos o nietos leerán asombrados, sin duda, preguntándose una y mil veces como fue posible que el mundo no hiciera nada para evitarlo, a pesar de haberlo visto tan claramente venir.